Toalla, bronceador, peine, teléfono, dinero, algo para leer, pañuelos, alguna prenda de ropa extra, agua, sombrero, gafas de sol, las llaves, algo para comer, algo para jugar… Estas son las cosas que cada día ella metía en la bolsa de la playa cuando toda la familia estaba de vacaciones.

 Aunque iba bastante llena ella le añadía, dependiendo de los días y sin darse cuenta, diversión, alegría, orgullo, preocupación, culpa, remordimiento, seguridad, pesimismo, autocompasión, pena, enfado, irritabilidad, esperanza, ternura, vergüenza, envidia… o cualquier otra emoción que pudiera sentir. Emociones a veces fugaces y otras duraderas, que llegaban para quedarse.

 Esas emociones se traducían en comportamientos que a veces los demás no entendían, como una voz a destiempo, un silencio largo sin venir a cuento, malas caras o quejas … y la bolsa se iba llenando. Y pesaba. Repleta de situaciones y experiencias, la bolsa se le clavaba en los hombros.

 Aquella mañana, mientras llenaba su bolsa, ella dudó. Un pensamiento rápido pero certero cruzó su mente… ¿Y si hoy decido qué meter en mi bolsa?

Como a la protagonista de nuestro “cuento”, a veces nuestras emociones se generan por estímulos internos. Los primeros 10 minutos de llegar a la playa, cuando nos desvestimos, la mayoría de nosotros sentimos vergüenza, hasta que nos acostumbramos a la situación de llevar tan poca ropa. Otras veces existe algún estímulo externo que desencadena en nosotros una emoción. Un gesto de cariño nos hace sentir amor o ternura y una mala cara, quizá desencadene en nosotros un enfado. Pero las emociones, al final, siempre dependen de nosotros. Por eso cuando expresamos una emoción solemos decir algo así como “me siento…”

Terapia de emociones en psicología, Clara López

¿CÓMO VACIAR TU MOCHILA DE EMOCIONES?

Podemos cambiar la bolsa de la playa por la mochila para salir al campo o por el coche repleto para irnos al pueblo. Da igual. Cada uno tenemos experiencias diferentes y situaciones propias, pero algo en común: ser personas y tener emociones.

Ser conscientes de nuestras emociones y de cómo afectan a nuestra manera de comportarnos es una ventaja enorme a la hora de elegir qué queremos llevar en la bolsa de la playa y en la bolsa de nuestra vida. Porque no podemos evitar sentir una emoción, pero sí podemos decidir qué importancia le damos y cuanto tiempo queremos llevarla en nuestra bolsa.

El manejo de las emociones

Las emociones se forman muy rápido. Las percibimos como un flechazo certero que se nos clava y nos inunda de sentimiento. Pese a su velocidad existe un proceso en su génesis. Para que exista una emoción es necesario un pensamiento.

De pensamientos distintos se formarán emociones diferentes. Este es el motivo por el que dos personas no sienten lo mismo ante la misma situación.

Si al preparar el café por la mañana, se cae la cafetera manchando media cocina se pueden desencadenar tantos pensamientos como personas existan en el mundo y cada uno de ellos generará emociones diferentes. Por ejemplo: “soy un desastre, siempre me sale todo mal”, generará tristeza o decepción; “¿y si se ha roto la cafetera?” posiblemente origine culpa. En cambio, el pensamiento “ya han dejado la cafetera mal colocada, ¡si es que siempre hacen lo mismo!“, nos hará sentir enfado, mientras que “¡cuánto ruido! ¿habré despertado a alguien?”, evocará miedo.

Nuestros pensamientos determinan nuestras emocionesy es en esos pensamientos donde somos capaces de ejercer control. No podemos dejar de pensar, pero sí podemos elegir en qué pensamos.

para qué sirve la gestión emocional

Por eso, en última instancia uno no se enfada porque su pareja le ponga mala cara, si no por la interpretación que se hace de esa mala cara.

Para manejar nuestras emociones es imprescindible ser consciente de ellas. Al reconocerlas podemos saber de dónde vienen y así cuestionarnos su utilidad y su validez, en ese momento y por ese motivo.

Gestionar nuestras emociones no es fácil, requiere práctica y motivación. De hecho, aprendemos a manejar unas mucho mejor que otras. En general nos resulta sencillo gestionar la alegría y no reírnos en un momento en que sabemos que no es adecuado, pero otras emociones se nos resisten. El modo de conseguirlo es igual para todas ellas, la diferencia es que con algunas practicamos más y las hacemos más conscientes.

El final que más nos gusta para nuestro cuento es: “Cada día, cuando iba a la playa, decidía qué meter en su bolsa”. Porque cuando eliges, puedes equivocarte o no, pero eres tú quien lleva las riendas de tu propia vida.

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Nos encantaría oir vuestro final del cuento y vuestras historias de emociones, especialmente ahora. Porque el verano es un gran momento para continuar incorporando mejoras en nuestra empresa más importante: nosotros mismos. Aprovechemos el tiempo libre, el ocio y el bienestar que nos genera el calorcito para trabajar en nosotros, para cuidarnos y para querernos.

¡Feliz verano a todos!

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Clara López, Psicóloga clínica y Sexóloga

Licenciada en Psicología. Master en Psicología Clínica y de la Salud (Certificación Sanitaria) y Master en Sexología y Terapia de Pareja. Imparte clases de educación sexual en IES de la Comunidad de Madrid y colabora puntualmente en selección de personal en la Junta de Andalucía. También interviene de forma esporádica en programas de radio y en prensa digital. Asimismo, es co-fundadora del espacio "Arte y Sexualidad", un proyecto innovador de talleres grupales que abordan la sexualidad desde la Arteterapia.

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